Un aficionado al póker suele
utilizar la historia de otras leyendas del póker para estudiar su juego,
conocer aspectos de su técnica que le sean de ayuda y, de paso, utilizar la
trayectoria de sus precedentes para buscar un reflejo que le permita tener referencias
de cara a evolucionar e ir adquiriendo experiencia. Si preguntamos a los que a
día de hoy son verdaderas leyendas modernas del póker, podremos comprobar que
cada cual tiene su referente y justificará los motivos que le han
llevado a tal elección.
No obstante, hay consenso a la
hora de afirmar que Doyle Brunson es la leyenda más trascendente del póker de
la última centuria. Y es que Brunson ha dedicado toda su vida al póker: ha
jugado durante más de 60 años, ha disputado partidas que a día de hoy se
consideran legendarias y ha sido un referente para toda una generación de
jugadores que vieron en él sus aspiraciones de futuro en el tapete verde. Pero
vayamos paso por paso y conozcamos mejor a Doyle Brunson.
Doyle Brunson es considerado por
muchos como uno de los padres fundadores del póker. Y es que la huella que
Brunson ha conseguido dejar ha sido tan profunda que las nuevas generaciones de
jugadores suelen tomar como referente principal (que no único) a Doyle Brunson.
Pero el póker no fue siempre la aspiración del americano. ¿Sabías que su
pasión era la NBA?
Sí, el sueño de Doyle Brunson era
convertirse en una estrella de la NBA. Pero ese sueño se truncó cuando una
lesión de rodilla echó por tierra todas sus aspiraciones. Sin embargo,
entre sus compañeros de universidad siempre destacó su pasión por el básquet,
deporte al que pudo dedicar parte de su juventud gracias a las becas que
recibió para estudiar en la Hardin-Simmons University de Abilene, Texas.
Esa pasión por el baloncesto vino
desde niño. Brunson nació el 10 de agosto de 1933 en Longworth, una pequeña
comunidad situada en el condado de Fisher, en Texas. Se trataba de un pequeño
pueblo rural, de apenas un centenar de habitantes, donde principalmente
se dedicaban a la agricultura y donde Brunson pasó toda su infancia.
De hecho, Doyle Brunson y el
póker no unieron sus caminos hasta tiempo después. Su familia vivía en una
pequeña granja de algodón donde carecían de los suministros básicos: no tenían
agua corriente, ni tampoco electricidad. A pesar de estas carencias, Brunson
fue un niño muy activo y curioso desde siempre, y fue en la secundaria
cuando empezó a destacar en el baloncesto y el atletismo.
La pasión de Brunson por el
baloncesto no era meramente testimonial. Para los jugadores del Minneapolis
Lakers también era evidente que Doyle Brunson era un jugador de primera y el
equipo mostró su interés por contar con él en sus filas. Sin embargo, como
comentábamos unas líneas más arriba, este sueño quedó en nada a causa de un
accidente especialmente grave sufrido en una fábrica de yeso local que
dejaría a Brunson con una lesión de rodilla para el resto de su vida. A pesar
del bache y de ver frustradas sus aspiraciones, Brunson continuó con sus
estudios y se licenció en 1954. En los años posteriores obtuvo una maestría en
educación administrativa y se fijó como objetivo ser director de escuela. Pero
el destino tenía otros planes.
A pesar de ver cumplidas sus
otras aspiraciones, Brunson no estaba del todo contento. Pensó que el salario
de los directores de escuela en ese momento era demasiado bajo y tomó la
decisión de explorar otros caminos. Antes de decidir ser director de escuela, Brunson
acabó trabajando como vendedor de máquinas comerciales para ganarse la vida.
Sus compañeros le invitaron el primer día a una partida de póker para conocerlo
mejor e integrarlo. ¿El resultado? Brunson ganó esa noche más del salario de un
mes. Estaba claro que el joven Brunson tenía potencial.
Estas sensaciones se fueron
confirmando con el tiempo. Cuantas más partidas de póker jugaba, más tenía
claro que el póker se le daba bien, y la idea de aspirar a más pronto se le
pasó por la mente. Cuando fue plenamente consciente de su potencial, Brunson
decidió abandonar la empresa para empezar una carrera como jugador profesional
de póker. Doyle Brunson y el póker habían empezado a conjugar sus caminos.
El resto, como suele decirse, es historia.
Brunson es considerado por muchos
como uno de los padres fundadores del póker. Ha ganado a lo largo de su
trayectoria 10 brazaletes de las World Series of Poker (WSOP),
incluyendo dos títulos consecutivos en el Main Event en los años 1966 y 1967. Solo
Phil Ivey y Johnny Chan han igualado esos registros, e incluso Phil Hellmuth lo
superó, alcanzando los 15. Y ahí va otro récord: Brunson fue la primera
persona de la historia en ganar más de un millón de dólares en ganancias de
torneos de póker en vivo. Casi nada.
Un capítulo especialmente
importante en la trayectoria de Brunson es el que tiene que ver con los
llamados “Legendarios Texas Rounders”, un equipo de jugadores profesionales de
póker que dominaron el juego entre los años 50 y 60 y de que Brunson formaba
parte. Pero recapitulemos un poco.
Brunson conoció a su esposa
Louise en 1959. En agosto de 1962 se casaron y Louise se quedó embarazada poco
después. Todo era felicidad hasta que una mala noticia cayó sobre la familia
como un jarro de agua fría: un cáncer había aparecido en el cuello de Doyle
y se había ido extendiendo, tal y como los médicos comprobaron al llevar a cabo
la cirugía. Los pronósticos no eran buenos: los médicos no le daban más de tres
meses de vida, aunque un tratamiento paliativo prometía alargar la vida lo
suficiente como para ver nacer a su hija.
Lo que ocurrió después fue poco
menos que un milagro. Tras la segunda operación, y tras el chequeo de los
médicos, el tumor había desaparecido por completo de manera repentina del cuerpo
de Brunson. El tiempo confirmó que no se trataba de un espejismo: el cáncer
había desaparecido por completo. Brunson pudo presenciar el nacimiento de su
hija y no ha sufrido secuelas derivadas de la enfermedad durante décadas. El
tumor pareció curarse por completo de manera repentina.
Cuando su hija nació, Brunson se
trasladó a Fort Worth, una ciudad del centro de Texas en la que protagonizó
partidas de póker de legalidad dudosa junto con Dwayne Hamilton, uno de sus
buenos amigos. En los años siguientes conocería a otras figuras que son en
la actualidad leyendas del póker, como Sailor Roberts o Amarillo Slim. Esta
amistad fraguaría lo que acabaría siendo el grupo de los Texas Rounders,
iniciando su actividad en las mesas de juego durante los meses siguientes.
Los años de bonanza quedaron en
nada cuando los legendarios jugadores se dieron de bruces con la realidad.
Gastaron el dinero que habían ganado en hacer un viaje a Las Vegas y perdieron
todos los fondos a las primeras de cambio. Llegaron como leyendas y se
fueron como novatos, una lección que debe servir a los jugadores de nivel
medio para no perder todo lo ganado por dejarse llevar por un espejismo. A día
de hoy, esa anécdota es recordada con cariño.
Doyle Brunson ha dejado frases
para la posteridad a lo largo de sus más de 60 años de trayectoria en el póker,
pero la que más gustó a sus fans sin duda fue la que utilizó para anunciar su
regreso a Las Vegas. La cosa había cambiado desde aquella fatídica escapada de
juventud, y continuó jugando hasta que en 2018 el estadounidense anunció su
retirada definitiva del póker. Tras haber participado en casi todos los
Main Event hasta ese momento, Brunson decidió poner fin a su prolífica
trayectoria. Ya había dejado una huella imborrable en el mundo del póker y siempre
sería recordado como una leyenda.
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