Por la catalogación que las
autoridades hacen del póker, existe la percepción generalizada de que el póker
es un juego de azar. Sin embargo, a poco que profundices en el mundo del póker,
pronto te darás cuenta de que en realidad el póker es más un juego de
habilidad.
Esto no significa que no haga
falta en el póker tener suerte o saber jugar, ya que son ingredientes
necesarios para poder aspirar a la victoria, pero es cierto que nunca se
podrá optar a ganar los grandes botes si no se cuentan con las destrezas
suficientes como para lograrlo.
Por tanto: ¿el póker es más
suerte o habilidad? Ambas influyen, cierto, pero no son autosuficientes ni por
sí mismas determinantes como para proclamar a un jugador campeón. En el póker
tanto la suerte como la habilidad son necesarias para ganar, pero la una sin la
otra no son nada y no llevan a ninguna parte. Y, dado que se requiere de
mucha dedicación y de profundos conocimientos matemáticos y estadísticos
para conocer en profundidad las mecánicas de póker, se ajustaría más a la
realidad afirmar que el póker es un juego de habilidad.
Como juego en el que se apuesta
dinero y se depende de la suerte para ganar o perder, sí, el póker es un juego
de azar a todos los efectos. Sin embargo, es un juego en el que prima la
técnica sobre todo lo demás y donde es muy necesario depurar la técnica y
ser muy constante y disciplinado para mejorar el juego y conseguir cada vez
mejores resultados.
Esta profundidad es la que tanto
atrae a los jugadores profesionales y aficionados, que buscan un juego donde se
apueste dinero real pero donde también sea importante manejar otras muchas
variables.
Otros juegos de azar, como
la ruleta o los dados, dejan en un porcentaje residual la importancia de la
técnica, ya que no hay más que hacer un movimiento con las manos o bajar
una palanca para dejar que el azar haga el resto.
Si nos ponemos estrictos, el azar
tampoco es un factor real porque muchas de estas máquinas de juego cuentan con
algoritmos que evitan que el jugador pueda tener unas probabilidades demasiado
elevadas de ganar, preservando la viabilidad del casino. Esto no ocurre
en el póker, un juego sin trampa ni cartón en cuanto a técnica se refiere.
O sabes o no sabes, no existen
sistemas ni imperfecciones en las máquinas ni en las mesas que puedan inclinar
la balanza hacia un lado o hacia otro. Aquí, o sabes jugar y has mejorado tu
técnica de juego o ni toda la suerte del mundo te permitirá aspirar a los
grandes botes.
Que el póker es un juego en el
que es necesario mejorar día a día es algo que se sabe, además de exigir
disciplina y mucha capacidad de concentración para manejar numerosas variables
al mismo tiempo y tratar de calar a los rivales sin que los demás jugadores
conozcan muy bien cuáles pueden ser nuestras manos. Pero, ¿no es el póker un
juego de azar? Sí, lo es, pero también exige mucho autocontrol y gran
capacidad de aprendizaje y adaptabilidad, entre otras cosas: el
aprendizaje teórico tiene mucha importancia en el póker, y coger práctica jugando
y adquiriendo experiencia con el tiempo es decisivo.
Influye la suerte, como en
cualquier tipo de juego. Incluso en los más básicos, como el clásico parchís,
los dados juegan un papel primordial en sus dinámicas. En el póker ocurre lo
mismo, solo que no pasa con los dados, sino con las cartas. Las que reparte el dealer
a cada jugador van conjugándose con las comunes para ir formando manos, y aquí entra
el componente de la suerte porque la estadística y la probabilidad no son
aspectos exclusivos para optar a la victoria. Es por esa razón por la que
está considerado el póker un juego de azar.
Los que han decidido encontrar
una solución sobre el papel a cuál es el reparto en el póker de la suerte, o si
saber jugar es realmente determinante para ganar o si solo es cuestión de azar,
han optado en numerosas ocasiones a estudiar, usando las matemáticas, cómo
sería el factor suerte.
Y es que en una tabla donde
usáramos dos mediciones, la habilidad y el tamaño de la muestra,
podríamos averiguar cuál sería el componente de la suerte conforme más partidas
de póker se juegan.
Explicado resulta más fácil
entenderlo, sobre todo si utilizamos el blackjack como juego comparativo. Tanto
el blackjack como el póker cuentan con un factor de habilidad, aunque en el
caso del primero sería más apropiado decir que es un juego de azar. Pero hay
que tener en cuenta que las casas normalmente calibran las mesas de blackjack
de tal manera que vencer con muchas manos es casi imposible.
Dicho de otro modo: ganar en el
blackjack es posible pero solo a corto plazo. La probabilidad de perder aumenta
conforme se incrementa el número de partidas jugadas, es decir, conforme el
jugador vaya apostando en más partidas, la probabilidad de la casa de ganar irá
subiendo. En el diagrama donde utilicemos como factores de medición la
habilidad y la cantidad de manos (el tamaño de la muestra), podremos ver que si
alguien jugase un número infinito de manos de blackjack la casa siempre
acabaría ganando, aumentando el factor suerte y exigiendo cada vez de una
mayor habilidad para vencer.
A fin de cuentas, no es erróneo
hablar del póker como un juego de azar. La suerte influye, pero está
condicionada por la cantidad de manos y el nivel de habilidad del jugador,
que a su vez definen el grado de implicación del factor suerte. El póker es un
juego de azar en el que, no obstante, la destreza y la habilidad son
determinantes para saber desenvolverse con soltura durante la partida. Y no hay
que olvidar otro factor determinante: la varianza.
En el póker, se entiende por
varianza el índice variable entre la mejor racha y la peor de un jugador.
Es, dicho de manera convencional, el ratio de variabilidad de un resultado y es
un reflejo de la constancia de los resultados del jugador durante su
trayectoria en las mesas de póker. Los jugadores profesionales manejan de
manera eficiente este concepto, aunque nadie escapa a las malas rachas.
De hecho, por eso mismo cuando
uno de estos jugadores de élite comparte sus impresiones acerca de su
trayectoria comenta que los malos resultados no deben afectar al jugador porque
se puede entrar en una vorágine de mala suerte. Lo mejor es asumir que no
siempre se va a ganar.
Determinar qué va a dar la
victoria a un jugador en el póker, si es suerte o habilidad, puede ser misión
imposible si no se es un jugador de élite porque puede haber conceptos teóricos
de gran complejidad que escapen a tus conocimientos, y aquello que puede
parecer suerte puede ser en realidad una gran destreza.
Puede darse el caso de que jugadores que ya se hayan ganado el apodo de ‘loosers’ tengan grandes rachas ganadoras, así como buenos jugadores que sufran menos golpes en las mesas pero que las pérdidas sean colosales, lo que afectaría a la varianza y al ratio de racha media esperada.
En realidad, no; aunque hay que
tener clara una cosa en el póker: la suerte o saber jugar a veces se
confunden. Hay quienes disfrazan de suerte lo que en realidad es una jugada
maestra. Hay quienes, en cambio, fingen ser grandes jugadores a los que, en
realidad, solo les ha sonreído la suerte momentáneamente. Estos jugadores se
crecen enseguida, pero tienen poco futuro porque no dominan la técnica.
Por tanto, la destreza sí juega
un papel importante en el desarrollo de una partida. Entonces, ¿qué pesa más en
el póker? ¿Es suerte o habilidad lo que más se necesita para aspirar a batir a
todos los rivales? El equilibrio perfecto estaría en un fifty-fifty,
aunque ni la suerte ni la habilidad sirven de mucho si no se saben ver las
oportunidades cuando se presentan.
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